LOS AMIGOS Y LAS AMIGAS

Tal como había vaticinado el día anterior, Shishi pasó el día de la amistad en forma solitaria. Esta vez durmió más de la cuenta. Se levantó a las ocho de la noche para salir a comprar chocolates y al regresar preparar la cena, que era su almuerzo. 

A pesar de su poca sincrónica existencia se sentía un poco mejor, pues la cena había sido muy saludable y ocurrió luego de un largo ayuno. Ayunar le daba energía, la hacía sentirse liviana y de mejor estado anímico. Sabía que algunos alimentos, en especial los industriales, estaban contaminando su cerebro y su sensibilidad emocional. Pero todavía era inevitable y sucumbía a las garras de la tentación o, quizás, de la costumbre.

Ninguna amiga se acordó de ella ese día para saludarla. O quizás sí se acordaron y estaban igualmente defraudadas de ella misma. Shishi sólo decidió saludar a una amiga incondicional que siempre la recordaba y había sido muy amable. Shishi a veces sentía que no la querían y que sólo la llamaban cuando necesitaban algún favor de ella. Pues la mayoría de las veces ocurría así. Otras veces simplemente estaban tan ocupadas con sus vidas que las llamadas aparecían, con suerte, una vez al año. Pero Shishi no podía juzgarlas, pues no entendía lo que era tener una vida ocupada. Ella no tenía hijos, ni marido. Vivía sola y encima no trabajaba para nadie, sólo hacía gangas de vez en cuando. Vivía de la ayuda de sus padres en la casa de su abuela ya fallecida. Una casa grande para ella sola, pero al fin casa y no departamento. Sentía que jamás podría vivir en un departamento ya que toda su vida vivió en casa, salvo en pocas ocasiones en su juventud.

Shishi hoy reflexionó sobre ese tan comercial día de la amistad, como todos los días festivos fijados en el calendario gregoriano. Todos o casi todos con espíritu más comercial aunque no lo sepamos. Mientras fue a comprar chocolates pasó con su auto por algunos bares y todos estaban repletos de jóvenes, en algunas mesas mujeres solas, en otras mesas hombres solos; también habían mixtas y mesas sólo con alguna pareja -los novioamigos-, motivo de gran ternura. En fin, pensaba en que todos estaban cumpliendo muy bien la tarea de salir a pasear y consumir las engañosas promociones de ese día, todos hicieron los deberes tal como estaba planeado por alguna sociedad invisible. Alguien dice que ese día deben salir con sus amigos y ellos obedecen al pie de la letra, o sea, punto y aparte.

Quizás el sarcasmo encierre algo de envidia, aunque las veces que Shishi se imaginaba sentada de aquel lado de la realidad pensaba que el vacío igualmente ocurriría, sólo cambiaría el decorado atómico y en el peor de los casos sacudiendo su campo energético con elevadísima magnitud musical. Estaba cansada de tener que acercarse siempre a los encargados de los bares para pedirles -o enseñarles- que bajaran la música con el pretexto de poder conversar. Odiaba vivir en una sociedad tan tóxica, la polifonía siempre sobrepasaba los decibeles normales permitidos y tenía que gritar para comunicarse, lo que la dejaba exhausta y con disfonía. Nunca entendió cuál era el sentido de esa costumbre tan incómoda e insalubre. Siempre pensó que esta generación será la generación sorda del futuro no sólo por el volumen de la música siempre exagerado en todos lados como bares, recitales, discotecas, eventos... sino también por el ruido de la calle como bocinazos, vehículos mal cuidados y las tan desagradables motocicletas que les quitaban el silenciador del caño de escape. Le parecía tan ridículo esto último que sólo podía pensar que esa gente no pensaba. Pero claro, los jóvenes piensan poco, pues ella misma recordaba haber sido un poco estúpida en su juventud. Aunque siempre creyó que hay diferentes grados de estupidez humana y algunos realmente son como para incluirlos en una especie de libro Guinness.

Otra reflexión que atinó a conversar consigo misma hoy, es que consideraba que podría haber una causa subyacente por la cual pocas veces en su vida se había reunido con sus amigas para celebrar el día de la amistad. En Argentina, donde vive Shishi, se le llama "el día del amigo" y por lo tanto no es "el día de la amiga o de la amistad": desde el punto de vista lingüístico está orientado inocentemente más hacia los varones. Además, las publicidades siguen colmadas de estereotipos en los que prácticamente siempre representan a las mujeres relacionándose entre ellas en forma cínica y con envidia, mientras que los hombres siempre están compartiendo genuinamente buenos momentos en los que se abrazan y actúan como sostén de cualquier situación, por más ridícula que sea. Pensaba que todo eso influye en todos los aspectos de la vida de las mujeres como su entorno social, laboral, creativo y familiar, aunque probablemente no le afecte por igual a todas las mujeres. Ella sí sentía que su vida había sido así. No entendía cómo otras mujeres siempre compartían hermosos momentos con sus amigas, gran parte del tiempo y ella jamás pudo tener una vida social personal con tanta riqueza. A veces se planteaba si había sido una mala amiga. Quizás si, pero no sabía cómo remediarlo. Lo único que atinó a hacer estos últimos años es dejar de enviar mensajes a algunas de sus amigas, con quienes mantenía una comunicación virtual más o menos fluida, con el fin de probar si ellas iniciarían alguna vez una conversación. Y en prácticamente todos los casos no recibió respuesta durante varios meses. 

Shishi conservaba su calma y estado de ánimo positivo casi siempre, pero ahora sentía que estaba perdiendo esa batalla. Una vez más volvía a ser esa mujer solitaria y rara para el mundo pero ya no tenía veinte años y no le parecía algo extravagante y atractivo. Leía perfectamente el rostro de los otros al juzgarla cuando hablaba con ellos. Se sentía fuera de la matrix, del sistema, de la vida misma. Aunque trataba de ser lo más normal posible, le resultaba desagradable. No le interesaba en absoluto ser normal pero tampoco le gustaba sentirse tan extraña hasta el punto de parecer poco cuerda a los ojos de la multitud. Pero no había nada que hacer, sólo conservar la calma y a veces remitirse al silencio y la economía de palabras. No estaba mal, de paso se ahorraba energía en conversaciones superfluas. Pero corría el riesgo de parecer indiferente y desagradable. Aunque si actuaba en forma opuesta la juzgaban de sabelotodo, ya que amaba compartir todo tipo de saberes que sirviera para enriquecer una conversación y aportar un granito de arena al conocimiento en pleno proceso de construcción, como lo veía ella. Quizás el problema, en realidad, haya sido una imperiosa necesidad de aceptación. Y sentía que se interpretaba como una competencia. Pero si fuera una cuestión de aprobación, se hubiera rendido hace tiempo al típico y abundante parloteo de chismes adictivos. Y no, no le interesaba. Le parecía una pérdida de tiempo que creaba una bulla entretejida de conciencias contaminadas. Así que entre un extremo y otro, no lograba encontrar el equilibrio esencial.

En definitiva, la amistad en general, ¿era verdaderamente genuina entre las mujeres? En las redes sociales se veían tan bien que parecía que sí. Ojalá. El mundo necesita a las mujeres más unidas para embellecerlo y recuperar la sensatez.





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