UNA PARTÍCULA

Había una vez una pequeña partícula que quería crecer y convertirse en universo. Todo el mundo le decía que era imposible, que no podría lograrlo, pues el universo era demasiado grande y ni siquiera podían imaginarlo. Entonces ella comenzó a estar triste cada vez más y así fueron pasando los años. A veces se sentía un polvo miserable y a merced del viento, a veces tanta lluvia parecía que iba a disolverla. Pero ella se dormía profundamente luego de muchas horas de insomnio y entonces soñaba y olvidaba su mundo real triste y gris. Sus sueños eran coloridos y llenos de aventuras; a veces sabía que soñaba y los aprovechaba al máximo volando por todo el cielo. Llegaba a la Luna, atravesaba otras galaxias y lo más hermoso de todo ocurría cuando viajaba al mar. Amaba el mar: su aroma, su sonido, su fuerza, su calma.

Un día dijeron que había un virus que mataría a todas las partículas del mundo. Entonces casi todas las partículas asustadas corrieron a encerrarse en sus casas y se quedaron mirando por la ventana. Pero Shishi, la partícula-universo, no quería creer, decía que era imposible que se acabe la vida a menos que dejemos de vivir con alegría. Pero nadie le hizo caso y el mundo empezó a ponerse cada vez más gris. 

Shishi llevaba años luchando con su depresión y siempre lograba vencerla. Hizo todo tipo de terapias, viajó, se conectó con la naturaleza, mejoró su alimentación, hizo deporte... todo funcionaba aunque sólo por un tiempo. Había vivido los últimos años con su padre alcohólico y depresivo y ella sentía que esa depresión se expandía y la hundía a ella también. Su padre murió y luego de años de enojo, impotencia y dolor empezó a sanar de nuevo. Cuando estaba encontrando nuevamente la alegría, el mundo se volvió un caos. Y ahora estaba sentada escribiendo. En realidad, estaba acostada escribiendo en una noche de insomnio y a punto de amanecer. Ya ni siquiera tenía ganas de levantarse y salir de su cama. Era invierno y su ánimo estaba a punto de desaparecer.

Shishi quería vivir, amaba las aventuras pero su familia y sus amigos no la comprendían. Poco a poco fue quedando sola y cada vez más caía en una espiral más profunda de depresión. Sentía que lo que antes le funcionaba para estar bien ya no servía. Estaba triste, apática, sin trabajar, sin salir, sin viajar, sin reunirse con amigos y casi sin amigos. Sola completamente. Sólo se encontraba con su familia que quedaba pero en cada reunión había tensión o algún conflicto con el que ella se sintiera culpable y abatida. Dudaba si era un ambiente tóxico o era su exagerada susceptibilidad del momento, además ya estaba intolerante a cualquier manifestación que no valorara con cariño su independencia, su forma de ver la vida. Se sentía como partícula de otro planeta. Y en ese momento de máxima incertidumbre, desasosiego y tristeza decidió hacer algo distinto: su última esperanza para encontrar en este nuevo universo de ideas algo de corazón para expandir.






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